Manzano explicó que “es una asociación de pacientes que hemos tenido ACV, además de familiares, terapeutas y especialistas. Lo que hacemos es generar programas de prevención, la identificación temprana de los síntomas tiene un rol clave en evitar la muerte o las afectaciones a largo plazo”.
Desde su experiencia personal aclaró que “la vida después de un ACV cambia radicalmente; es un tsunami que se lleva todo puesto. Uno tiene que volver a recomenzar la vida social, familiar, deportiva; todo. es tratar de salir adelante cómo sea”.
Habló de la organización que preside e indicó que “acercamos actividades adaptadas, talleres y nos acercamos a los familiares directos que han sufrido los pacientes porque son quienes cuidan a los pacientes”.
Además, agregó que “hay dos clases de ACV, el hemorrágico (dolor de cabeza agudo, anormal), el isquémico (que se presenta con impedimentos en el habla, que se te duerma un brazo). Cualquiera de estos síntomas es urgente ir a un centro de atención; cada segundo cuenta y deben atender a tiempo para evitar la muerte”. 
“El estrés es el peor enemigo. Una dieta sana, relajarse, hacer actividad física; son todos hábitos que ayudan a bajar un cambio y evitar el ACV. Intentar tener una vida ordenada es clave, pero difícil en estos tiempos” sintetizó Juan.